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Espiral de Ámbar – Capítulo 8: El Verdadero Maestro del Ámbar

El poder del ámbar se ha interpuesto entre nosotros como un desafío a un juego de estirar y aflojar con una tormenta eléctrica.

—¡No hay expresión más auténtica de poder que cuando lo arrebatas para ti! —dijo al tiempo que soltaba una carcajada—. El poder no es cuestión de mérito, es algo que se toma por la fuerza. Para eso es para lo que creé el ámbar, ¡ese es el uso que volveré a darle!

Podía sentir cómo el poder me abandonaba, pero algo en esas palabras abrió una herida profunda en mí.

—No lo creo —repliqué con voz sonora, dedicando hasta el último gramo de mi voluntad a no perder mi poder—. No se trata de que la gente lo merezca, sino de la manera en la que lo usamos. Puede ser que hayas creado el ámbar para robar poderes, ¡pero yo quiero usarlo para colaborar con los demás! ¡Para practicar la unidad, no la envidia!

Todas las piezas encajaron. Por un momento, experimenté más lucidez de lo que antes hubiera sentido, ¡y entonces vi al Maestro Original envuelto en un destello de luz amarilla!

—Nunca. No lo hizo mi padre, y tú tampoco lo harás.

El Maestro Original se precipitó al suelo evidentemente derrotado. Su voluntad se había agotado y las cadenas de su espalda comenzaban a hacerse añicos. Sabía que era un fantasma, pero ahora lo veía aún más traslúcido y su mirada parecía revelar que sabía lo que estaba por suceder.

Detrás de él, un campo de energía verde apareció formando un portal hacia el Reino de los Extintos. Las cadenas que la urna había usado por años para evitar su paso al más allá desaparecieron y el portal comenzó a arrastrarlo a su interior, gritando y pataleando.

Por un momento, me pareció ver la silueta de mi padre mirándome desde detrás del portal, pero entonces el Maestro Original cruzó el umbral y el portal implosionó en una nube de humo verdoso.